COMENTARIO SOBRE ANTONIO Y CLEOPATRA DE SHAKESPEARE: LA DEMONIZACIÓN DE LA MUJER EN LA OBRA.
Hoy publico una entrada diferente. Por primera vez, no escribo sobre música. Se trata de un comentario que hice en 2022 sobre el retrato de Cleopatra y de la mujer en la obra Antonio y Cleopatra de Shakespeare.
Lo volví a leer esta semana y sigo creyendo en lo que escribí, así que me apetecía publicarlo y hoy aparecerá en el apartado "miscelánea". Dejo por aquí mi perfil de Goodreads, donde me podéis encontrar.
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Antonio y Cleopatra
Antonio y Cleopatra se engloba dentro de las tragedias romanas de Shakespeare, junto con Coriolano y Julio César. Aunque se duda de su fecha exacta de creación, parece que se escribió entre 1606 y 1609, unos años después de Julio César (1599). En ambas, hay luchas internas en los personajes y se apela a actuar con sentido de estado: En Julio César, para defender al pueblo romano de la tiranía ,y en Antonio y Cleopatra para hacer reaccionar a Marco Antonio, que debe regresar y luchar con Octavio Augusto contra Pompeyo y así salir de la vida de placeres que disfruta junto a Cleopatra.
En esa oposición, ya se muestra la visión de Cleopatra reflejada en la obra. Cleopatra aparece como el elemento que aparta a Antonio de ser el Antonio afamado de Roma, gran combatiente y con un honor reforzado después del asesinato de Julio César. La reina de Egipto es representada como la perdición de Marco Antonio que, con su universo de lujo alejandrino y de placeres sexuales, pervierte a Antonio. Muchos de estos ataques hacia Cleopatra se derivan de su condición de mujer, que es asociada a lo largo de la obra con la debilidad y con la maldad. Así se refleja en la Escena VII del acto III, en la que se comenta ,entre soldados, que “esta guerra no se apoya en la razón. Nuestro jefe sólo obedece órdenes, nosotros somos hombres en manos de mujeres”. Alusiones a la debilidad y, por ello, a la sentimentalidad de las mujeres se suceden en la obra, como en la Escena II del acto IV, donde se expresa el pavor de los hombres al llanto o expresión de sentimiento (“por pudor, no nos metamorfoseemos en mujeres”, dice Enobarbo).
La mujer es sinónimo de pusilanimidad y se contrapone a la concepción de hombre valiente y sensato, siempre capaz de tomar las decisiones adecuadas en momentos difíciles. El hombre no se deja dominar por las circunstancias. En consecuencia, el Antonio que yace en el lecho de Cleopatra es un insulto a la hombría y al honor, como se dice textualmente en la Escena X del acto III. El hombre enamorado, encarnado por Antonio, se postra ante la reina de Egipto y obedece a su voluntad, enfatizando aún más la oposición entre el hombre que siente y la hombría romana. Las equivocadas decisiones de Antonio en la guerra se contemplan como parte del conjuro o hechizo que Cleopatra ha cernido sobre el general romano y, por ello, su condena siempre deberá hacerse aludiendo a la maldad de la mujer, que ha evaporado la cordura e inteligencia de Antonio.
El buen hombre romano es comedido con sus emociones y el llanto parece reservarse para ocasiones especiales, como se refleja en la escena II del acto III, donde Enobarbo y Agripa discuten sobre si Octavio llorará al ver marchar a su hermana Octavia, entregada en casamiento con Marco Antonio. Enobarbo cree que el llanto no estaría justificado, perjudicando a su hombría, mientras Agripa responde aludiendo al llanto y los sollozos de Marco Antonio ante la muerte de Julio César. Este llanto se presenta como válido por Agripa, que añade “también lloré hasta yo”.
El casamiento entre Antonio y Octavia simboliza enormemente la concepción y objetificación de la mujer en Roma, siendo un lazo entre dos de los hombres más poderosos de Roma. Ella será su lazo de paz, sin importar su consentimiento en ningún momento. Shakespeare no ahonda en este personaje, reduciéndola a un objeto y a pocas expresiones, siempre de extrema corrección para crear en ella la imagen de mujer respetable romana, en oposición a Cleopatra.
Si nos centramos más en la figura de Cleopatra, vemos que su maldad no es sólo contemplada desde Roma, sino que es asumida incluso por Antonio, que puede pasar del amor al odio en unos instantes. Antonio, además, asocia su personal fortuna con Cleopatra, que aparece como amuleto en los triunfos y como causa de todos sus males, si la suerte le abandona. Escena ejemplificativa es la duodécima del acto cuarto, ya en Filipos , en la batalla contra Octavio, Antonio culpa de su suerte en la guerra a la magnate de Egipto: (“¡Todo está perdido! ¡Esa egipcia innoble me ha traicionado! Mi flota ha cedido al enemigo; y allí están todos juntos bebiendo y arrojando sus gorros al aire como amigos separados largo tiempo. ¡Tres veces puta!”). En esta escena también la llama bruja, reforzando la idea de Cleopatra como vil hechicera y su carácter sobrenatural.
La reina de Egipto asume la cultura de la debilidad de la mujer en su personalidad. En varias ocasiones, Cleopatra alude a gobernar como un hombre como sinónimo de reinar con sensatez y tino, dejando de lado las pasiones. Es así como surge su doble faz: Irresistible sexualmente para los hombres, despertando el deseo de los más poderosos hombres de Roma y firme reina de Egipto, creadora de un imperio e indominable, incluso en su muerte, por parte de los hombres (ya fuera su hermano Ptolomeo u Octavio Augusto).
La Cleopatra de Shakespeare recibe influencias de la Medusa griega (ser mitológico griego con cabellos plagados de serpientes y que , con su mirada, convertía a los humanos en piedra), que alcanzan su culmen con la muerte de Cleopatra por la mordedura de serpiente. También Shakespeare se sirve de Dido, citada en la misma obra (Escena XIV del acto cuarto). Estas refuerzan la maldad de Cleopatra y ,al igual que Dido, es considerada la causa de que los hombres pierdan su sentido y olviden las cuestiones de estado que deben atender. De este modo, se crea una dinastía de mujeres (Eva, Dido, Medusa…) viles que, con sus encantos, hechizan a los hombres, y donde cualquier rasgo de inteligencia, suspicacia o ambición se reviste de una capa de maldad y de brujería que ha perseguido a la mujer hasta nuestros días.
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